La historia de
Vila-seca

Es la historia de un lugar de llegada

 

Llegada por caminos de agua y de tierra, ya que Vila-seca es siempre un cruce de caminos, un lugar estratégico en un amable territorio que besa el Mediterráneo donde las aguas toman el nombre de Mar Fondal, junto al río Kosé, hoy Francolí.

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1208 Carta de Donación del Territorio de Vila-seca al señor Arnau d'Olzina

El origen

Villasicca, hoy Vila-seca, significa, en árabe, villa del camino o al borde del camino y la huella profunda de esta denominación nos ha llegado hasta hoy. Un territorio que viene precedido por signos prehistóricos e históricos milenarios de los que poco conocemos. Los íberos y los celtas ya habitaban este lugar cuando llegaron los griegos, que con su presencia, fundaron factorías como Calípolis y Albatros.

 

Posteriormente, los romanos, en el s. III a. C. llegan a la playa del Racó, cerca del puerto natural de la Colonia Iulia Urbs Triumphalis Tarraco, y llenan el término de la actual Vila-seca de las espléndidas villae romanas, los actuales caseríos, y conforman un territorio agrícola próspero y con un buen comercio marítimo. Así fue durante seiscientos años, hasta que llegan los primeros pueblos germanos, hay revueltas y la economía entra en un periodo de decadencia. Es en esos momentos que aparece el cristianismo y la vida del campesinado continúa con dificultades bajo la etapa de dominio de los militares godos.

La Edad Media

La llegada al Camp de Tarragona de los árabes en el s. VIII convirtió esta tierra en zona fronteriza entre los cristianos, al norte, y los árabes, al sur. Esta situación impulsa a los condes del norte de Cataluña a emprender el dominio y repoblación del territorio del Camp. Y así fue como consolidados los condados cristianos en la "Catalunya Vella", había que superar la presencia musulmana de Tortosa y Lleida para poder repoblar el Camp de Tarragona. Finalmente, en 1118 el obispo de Barcelona, Oleguer, fue nombrado arzobispo de Tarragona y encomendó al caballero normando Robert d'Aguiló que iniciara la repoblación del territorio de Tarragona y las tierras del entorno.

 

Las dificultades propias del proyecto y la complejidad de aquellos tiempos hacen que en el año 1151 en el Camp de Tarragona haya tres señores: Robert de Aguiló, el arzobispo y el conde de Barcelona. Y es en este contexto que se produce la historia del rescate del noble almirante Galcerán de Pinós y su lugarteniente Santcerní, ambos miembros de la flota que a las órdenes del conde de Barcelona habían partido hacia Almería para luchar contra los sarracenos el 1147 donde fueron hechos prisioneros. Cinco años después, en 1152 eran liberados en la playa del Racó como nos recuerda la bonita historia y leyenda del Rescate de las Cien Doncellas inmortalizada en un monolito de piedra que se encuentra en la entrada del Parc de la Torre d'en Dolça, en frente del Santuario de la "Verge de la Pineda", conocido como el "Piló del Rescat" donde están escritos unas palabras que empiezan diciendo: "Caminant, detura't, ací en aquest lloc cap a l'any 1152..." (Caminado, parate aquí, en este lugar hacía el año 1152...)

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Es pues a partir de esta época, hacia el 1162, cuando podemos hablar ya de una realidad que va más allá de los asentamientos temporales, masías y revueltas. Podemos referirnos a Vila-seca como una donación en feudo a Ramon d'Olzina por parte de Alfonso I el Casto, conde de Barcelona; Bernat Tort, arzobispo de Tarragona y Guillem de Tarragona, sucesor de Robert de Aguiló. Esta infeudación tuvo que convivir con la otra parte del territorio de la que era feudatario directamente al arzobispo de Tarragona. Así pues, la primera Vila-seca es la llamada Vila-seca dels Olzina y la segunda Vila-seca del Comú, situación que se prolongó hasta 1525 en que definitivamente se funden en una sola población con el nombre de Vila-seca dels Olzina.

 

Antes de avanzar, debemos hacer obligada referencia al nacimiento en el año 1180, a Mas Calvó, del joven Bernat Calvó, bautizado en la parroquia de Vila-seca. Este hijo de propietarios rurales cursó los primeros estudios en Vila-seca y posteriormente se ordenó monje cisterciense. Con los años llegó a ser abad de Santes Creus, obispo de Vic, propulsor de la reforma eclesiástica en Cataluña y consejero privado y amigo íntimo del rey Jaume I. La iglesia católica lo elevó a la condición de Sant Bernat Calvó siglos después.

 

Y extraordinariamente remarcable es el hecho histórico ocurrido en septiembre de 1229 cuando Jaume I zarpa con su flota de barcos desde el puerto natural que conforma la playa del Racó, en La Pineda, y el Cap de Salou hacia la conquista de Mallorca. Precisamente la importancia de este puerto, en la época medieval, destaca tanto a efectos militares como comerciales. Destacan especialmente las expediciones marítimas de Lauria, Jaime II, Alfonso III y Pedro II.

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