Es pues a partir de esta época, hacia el 1162, cuando podemos hablar ya de una realidad que va más allá de los asentamientos temporales, masías y revueltas. Podemos referirnos a Vila-seca como una donación en feudo a Ramon d'Olzina por parte de Alfonso I el Casto, conde de Barcelona; Bernat Tort, arzobispo de Tarragona y Guillem de Tarragona, sucesor de Robert de Aguiló. Esta infeudación tuvo que convivir con la otra parte del territorio de la que era feudatario directamente al arzobispo de Tarragona. Así pues, la primera Vila-seca es la llamada Vila-seca dels Olzina y la segunda Vila-seca del Comú, situación que se prolongó hasta 1525 en que definitivamente se funden en una sola población con el nombre de Vila-seca dels Olzina.
Antes de avanzar, debemos hacer obligada referencia al nacimiento en el año 1180, a Mas Calvó, del joven Bernat Calvó, bautizado en la parroquia de Vila-seca. Este hijo de propietarios rurales cursó los primeros estudios en Vila-seca y posteriormente se ordenó monje cisterciense. Con los años llegó a ser abad de Santes Creus, obispo de Vic, propulsor de la reforma eclesiástica en Cataluña y consejero privado y amigo íntimo del rey Jaume I. La iglesia católica lo elevó a la condición de Sant Bernat Calvó siglos después.
Y extraordinariamente remarcable es el hecho histórico ocurrido en septiembre de 1229 cuando Jaume I zarpa con su flota de barcos desde el puerto natural que conforma la playa del Racó, en La Pineda, y el Cap de Salou hacia la conquista de Mallorca. Precisamente la importancia de este puerto, en la época medieval, destaca tanto a efectos militares como comerciales. Destacan especialmente las expediciones marítimas de Lauria, Jaime II, Alfonso III y Pedro II.